Con lucidez y osadía consigna singularidades y excepciones,
pinta personajes extraños de conductas extremas, reconstruye lugares
insólitos, devela ceremonias sociales, descifra mitos, evoca épocas
pasadas, recupera «a la manera proustiana» escenas olvidadas y cuenta
anécdotas que nunca son superficiales ni gratuitas: historias en
apariencia banales pero sociológicamente significativas.
El libro agrega a las cualidades características del autor como analista
de lo cotidiano otros rasgos inéditos: su extraordinario sentido del
humor, por ejemplo, condición que permite, entre otras, una lectura
hedónica y lúdica, muy por encima de lo meramente explicativo o
informativo.